Marcelo Perera*
Comenzar o retomar una carrera para desarrollar una vocación, sin lugar a dudas, es una de las decisiones más trascendentes que debe tomar una persona. Esta debe sopesar los costos y beneficios de una elección que no está exenta de riesgos. Los costos son bastante inmediatos, el más importante es el tiempo que la persona dedicará a estudiar, y por lo tanto no podrá destinarlo a un trabajo (costo de oportunidad). Pero también están los costos directos como la manutención y eventualmente el costo de la matrícula del programa de estudios. La mayoría de los posibles beneficios, sin embargo, no son inmediatos y surgirán varios años después cuando la persona pueda desempeñar su profesión, su arte o su oficio. Este desfase temporal entre los costos y los beneficios, y la incertidumbre inherente a los mismos, tiene consecuencias conocidas: desarrollar una vocación no es una oportunidad al alcance de todos los jóvenes. Un hecho fortuito, como nacer en un hogar de bajos recursos, disminuye las chances de que un joven se embarque en un proyecto de formación, independientemente de su talento, de su esfuerzo y del beneficio neto que esa decisión podría reportarle a él y a la sociedad.
Las ayudas económicas a jóvenes en situación de desventaja socioeconómica pueden cambiar esta realidad, afectando sus decisiones de formación y equiparando las oportunidades de educación en la sociedad. Los estudios empíricos muestran que las políticas de becas tienen impacto real en la probabilidad de matriculación en estudios universitarios y en el rendimiento académico de los beneficiarios. Sin embargo, existe escasa investigación sobre los impactos de estas ayudas a largo plazo, por ejemplo en el acceso a un empleo de calidad o en los ingresos laborales de los jóvenes beneficiarios.
En esta oportunidad mostraré los resultados de una reciente investigación en la que analizamos el impacto de un programa becas en Uruguay, el programa de la Fundación Chamangá. Esta Fundación surgió en el año 2000 como una iniciativa que promueve la formación y el desarrollo vocacional de jóvenes uruguayos. Cada año otorga una veintena de becas a jóvenes de entre 18 y 30 años que inician o retoman su formación en instituciones educativas públicas y privadas del país. Desde su creación, Chamangá ha otorgado más de 300 becas para la formación en diferentes áreas de especialización a estudiantes de todo el país.
La beca consiste en una ayuda económica para la manutención durante un año (con opción a dos) y el acompañamiento de un equipo técnico y un tutor especializado en el área de formación del becario. Este acompañamiento incluye la realización de un proyecto personal y la orientación para concretar el plan de estudios y fortalecer otros aspectos vinculados al crecimiento personal del estudiante. Además, durante el año de la beca, el joven tiene una experiencia de trabajo voluntario en alguna actividad vinculada a su área de vocación.
La investigación tuvo como objetivo estimar el impacto de las becas en el desempeño laboral de estos jóvenes. Para ello utilizamos información de registros de la historia laboral del BPS para rastrear el empleo y los ingresos laborales de una muestra de jóvenes que solicitaron becas a lo largo de 20 años y cumplieron los requisitos para ser elegibles. Para proteger los datos personales, toda la información manejada en el estudio fue anonimizada.
La identificación del impacto de la beca surge de comparar la trayectoria de los becarios con la trayectoria de un grupo de control conformado por postulantes que no recibieron beca. Estos últimos son jóvenes que se postularon y superaron varias etapas del proceso de selección, salvo la etapa final en la que un jurado debió fallar sobre la asignación de un número limitado de cupos.
El Gráfico 1 muestra la evolución comparada, entre los becarios y el grupo de control, de la densidad de cotización (panel izquierdo) y del promedio de los ingresos laborales en el sector formal (panel derecho) en una línea de tiempo en la que el año 0 es el año de postulación a la beca. La densidad de cotización puede leerse como la probabilidad de que una persona promedio tenga un trabajo formal en cada uno de los años anteriores y posteriores a la postulación a la beca.
La comparación de las trayectorias laborales de los becarios y los no becarios revela varias cosas. En primer lugar, ambos grupos muestran un desempeño laboral muy similar hasta el año de la postulación, lo que permite considerar a los no becarios como un grupo de control válido. Luego, en los primeros dos años posteriores a la postulación (durante el goce de la beca) los becarios muestran una menor participación laboral y menores ingresos derivados del mercado de trabajo. Este es un resultado esperable si, por efecto de la beca, los jóvenes reducen su búsqueda de empleo y dedican mayor tiempo a la educación. Esta situación, sin embargo, se revierte a partir del cuarto año, donde los becarios muestran un ingreso medio mayor al del grupo de control y esa diferencia se mantiene en el tiempo.
Gráfico 1. Evolución de la densidad de cotización (panel izquierdo) y de los ingresos laborales (panel derecho) de los Becarios Chamangá y de los No becarios Chamangá
El Gráfico 2 muestra la estimación del impacto en los ingresos. Es decir, cuánto cambia el ingreso por efecto de la beca, en cada uno de los años desde la postulación a la misma. Los resultados muestran un importante efecto en los 12 años posteriores (este es el espacio de tiempo que permite analizar la información disponible). El ingreso laboral en actividades formales se contrae fuertemente en los primeros dos años posteriores a la solicitud del apoyo, cae 50% y 22% en el primer y segundo año respectivamente. A partir del cuarto año el impacto sobre los ingresos es positivo y persistente. El ingreso laboral en el sector formal es, en promedio, un 20% superior por efecto de la beca. La principal hipótesis de este impacto positivo en los ingresos a largo plazo, es el premio salarial por el mayor nivel de formación que obtienen los becarios, en comparación con el que hubieran obtenido sin el apoyo de la beca.
Gráfico 2. Impacto de la beca Chamangá en el ingreso laboral promedio en el sector formal
En el estudio también se indaga la existencia de impactos diferentes según grupos de becarios. Se encuentra que el efecto positivo de la beca es mayor entre las mujeres. Además, se constata que el impacto es mayor entre quienes solicitan la beca para comenzar un programa de formación, en comparación con los que la solicitan cuando ya han tenido un cierto avance en su carrera.
¿Es rentable una política de este tipo? Un cálculo muy conservador, basado en estas estimaciones y en los costos totales aportados por la Fundación Chamangá, muestra que el valor presente del ingreso laboral incremental durante los 12 años posteriores a la solicitud de la beca, para un becario promedio, excede el valor presente de los costos totales de la beca. Esto sucede para cualquier tasa de descuento real de hasta 9%, por lo que esta última tasa puede considerarse un límite inferior de la tasa de retorno social de la beca.
La experiencia analizada nos muestra que es posible aplicar políticas eficaces y socialmente rentables para igualar las oportunidades de educación de los jóvenes.
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*Doctor en Economía por la Universidad de Alcalá (España). Investigador de CINVE. Profesor de la Universidad de la República y de la Universidad ORT (correo: [email protected])